"La Planedo apartenas al ĉiuj ĝiaj loĝantoj,
kaj ni ĉiuj aparenas al la planedo tero.
DUM EN SUDAMERIKO LA AMAZONIA BRULIĜAS, KELKAJ REGISTAROJ NUN BATALADAS KIEL INFANOJ, KAJ LA MONDA ĴURNALARO
KLOPODAS SILENTI PRI LA KAUZOJ DE LA DETRUO DE TIU ĈI GRANDA KAJ GRAVA PULMO DE LA PLANEDO.
.
LA ALARMO KAJ DENONCO DE GRAVULOJ, ESTAS DAŬRIGE SILENCATA
KAJ MILIONULAJ MASTROJ KAJ REGANTOJ DE LA PLANEDO ĈIUTAGE PLI ENRIĈIĜAS, KAJ DETRUAS LA PLANEDON SENKOMPATE.
REKTE ILI KLOPODAS MORTIGI KAJ MALAPERIGI GRANDAN PARTON DE LA HOMARO.
JEN VERKO KIU DENONCAS TIUJN KRIMULOJN.
ESPERANTISTOJ NE POVAS NE INTERESIĜI PRI TIU ĈI AFERO, ĈAR LA INTERNA IDEO DE LA INTERNACIA KOMUNA LINGVO PROPONAS ALIAN MONDON SOLIDARAN, JUSTAN, PACAN KAJ FRATEMAN.
MULTAS LABORO, URĜAS LA AGADO. DO EK!
“El Planeta es de todos.
Unidad contra el 1%”
de Vandana Shiva y Kartikey Shiva
Hace
unos meses reseñaba ¿Quién
alimenta realmente al mundo?, el
monumental trabajo de Vandana Shiva que desmonta las falacias de la
publicitada revolución verde.
En él se pone de manifiesto cómo el
único camino sostenible para el planeta debe basarse en métodos
agrícolas que atesoran la sabiduría de milenios, y no en el abuso
de una tecnología destructiva y al servicio sólo de la ganancia
rápida de unos pocos que nos conduce al desastre.
En esta misma
línea, El
Planeta es de todos, que
acaba de aparecer con el sello de Editorial Popular, está consagrado
a describir las estrategias de las grandes corporaciones para
incrementar y blindar sus beneficios a costa del futuro de nuestra
especie y el mundo que habitamos.
El
número de multimillonarios que concentran tanta riqueza como la mitad más pobre de la humanidad se redujo entre 2010 y 2016, de 388
a 26.
Estas cifras sirven para darnos una idea del proceso imparable
de flujo de capital hacia los más ricos en que estamos inmersos.
Pero esto no es casual, sino un simple corolario de la esencia misma
del capitalismo, un sistema cuya dinámica puede compararse a la de
un organismo afectado por un tumor maligno. El 1 % de los más
opulentos controlan de facto la economía, el pensamiento y la vida
del planeta, hasta el punto de que los seres vivos se convierten, a
través de su manipulación genética, en “creaciones”, propiedad
de las multinacionales.
Esta dictadura, basada en una “lógica”
demente de mercantilización de todo, tiene su sustento ideológico
en el mecanicismo dualista que escinde al hombre de la naturaleza, de
los otros hombres y de su ser más profundo.
Un
repaso de biografías de magnates y políticos pone en evidencia los
métodos de los tahúres globales de las grandes corporaciones y
bancos. Éstos se apropian de los recursos y los rentabilizan en una
espiral especulativa que dispara los beneficios e incluye guerra,
hambre y genocidio como instrumentos.
La única alternativa que puede
plantearse a este desastre es la de un paradigma opuesto al
mecanicismo dominante, con democracia real y directa a todos los
niveles y gestión sostenible, que halla su fundamento en una visión
holista e integrada del cosmos.
Algunos ejemplos exitosos de
movimientos noviolentos de resistencia al extractivismo y la
degradación ambiental muestran claras las posibilidades que ofrece
este camino.
La
agricultura industrial, basada en venenos y combustibles fósiles,
lucra a las mismas empresas que se especializaron en el pasado en el
diseño y fabricación de armas químicas para guerras y genocidios.
Los detalles de estos manejos resultan estremecedores, pero lo es más
comprobar que hoy día son estas corporaciones asesinas las que
llevan el timón de las finanzas globalizadas.
El Tribunal Monsanto,
establecido en octubre de 2016 en La Haya auspiciado por movimientos
e instituciones de todo el planeta, trata de denunciar e impugnar
estos crímenes contra la humanidad.
En este sentido, el papel de
gobiernos democráticos dispuestos a asumir estas luchas es
imprescindible. El “Cártel Tóxico” se defiende lloriqueante
argumentando que sin sus venenos el mundo se morirá de hambre.
En
manos de esta gente sin escrúpulos, la ciencia se ha convertido en
un instrumento de dominación y control, y la biología molecular ha
degenerado en un reduccionismo en que, despreciando la complejidad de
los procesos implicados y los efectos indeseados que se introducen
con estas manipulaciones, se juega a “diseñar” seres vivos a la
medida con el único fin de optimizar su explotación económica a
corto plazo.
Estos aprendices de brujo son perfectamente capaces de
alterar profunda y perniciosamente la dinámica de la vida sobre la
Tierra, pero afortunadamente también hay científicos que ponen de
manifiesto sus inconsistencias y, a través de disciplinas como la
agroecología y la epigenética, potencian métodos de cultivo
respetuosos con los seres humanos y el medio ambiente.
La
historia de los algodones transgénicos Bt y RR Bt (éste con
probables efectos cancerígenos) de Monsanto ofrece buenos ejemplo de
los desastres que acarrean estas técnicas, con desarrollo de
“superplagas” y envenenamientos, ruina y suicidios de campesinos.
A cualquiera que se atreva a denunciar las mentiras y crímenes de
esta corporación se le trata de silenciar y es objeto de sucias
campañas de desprestigio.
Otro caso emblemático es el del Arroz
Dorado, otro transgénico que se ha demostrado que produce efectos
dañinos inesperados, pero en cuya defensa la multinacional fue capaz
de movilizar una legión de premios Nobel de disciplinas diversas,
mayoritariamente ignorantes en asuntos agrícolas.
Los ejemplos se
multiplican, pero los poderosos manejan una implacable propaganda
contra “los anti-ciencia que nos quieren devolver a la edad de
piedra”.
La
máquina de hacer dinero incorpora tecnologías de satélites,
tratamiento de datos y manipulación genética para controlar la
agricultura del planeta y explotarla en su beneficio, en una dinámica
que es el exacto reverso de la democracia económica y el respeto
hacia el medio ambiente.
Es un mundo orwelliano en el que “libre”
significa “privatizado”. Los magnates del filantro-capitalismo se
declaran dispuestos a ayudar a los más necesitados, pero imponen de
facto tecnologías discutibles y destructivas. En su codicia llegan a
la “biopiratería”, apropiándose de métodos desarrollados por
los campesinos a lo largo de los siglos y patentándolos como suyos.
Con su “geoingeniería”, el 1 % ha dado el paso al diseño del
clima y a la búsqueda de tecnologías sofisticadas que nos liberen
de los efectos nocivos de sus otras tecnologías. Se trata así de
que el capitalismo nos salve del capitalismo, sin pararse a
considerar que sólo la democracia económica puede llevarnos a un
mundo en equilibrio.
La
obra concluye invocando tres principios, basados en el pensamiento de
Mahatma Gandhi, que sirven de guía para combatir el desastre humano,
biológico y planetario a que nos ha conducido el 1 %:
Swaraj:
autoorganización y autogobierno; construyendo de abajo a arriba la
sociedad con una estructura federada y democracia directa.
Swadeshi:
Autosostenimiento en una red de economías locales: constituye un
imperativo ecológico y ético y nos libera de la esclavitud de los
combustibles fósiles, aunque está abierto al comercio justo y a la
racionalización del uso de los recursos.
Satyagraha:
Es la “fuerza de la verdad”: la desobediencia civil creativa y el
derecho a no colaborar con el 1 % y la maquinaria estatal a su
servicio. Sus posibilidades son infinitas: Bija
satyagraha,
por ejemplo, es un movimiento impulsado por Vandana Shiva para
oponerse a la privatización de las semillas.
El
camino así definido integra las mejores tradiciones del pensamiento
emancipador, y en la práctica puede combinar iniciativas
constructivas al margen del sistema, con intentos de alcanzar
modificaciones legislativas que protejan a los seres humanos, la
diversidad biológica y el medio ambiente.
El
planeta es de todos es
un chorro de fría realidad que nos despierta al desastre y nos
informa de los medios de que disponemos a la hora de buscar
soluciones. Los irresponsables del 1% no ven para la humanidad más
futuro posible que extinguirse o colonizar el espacio, pero una
supervivencia en equilibrio con la Tierra es una alternativa viable.
Como dijo Gandhi, nuestro planeta da suficiente para las necesidades
de todos, aunque no para la avaricia de unos pocos.
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